lunes, 26 de abril de 2010
Cuando llora el alma
Llevo una hora llorando. La piel de la cara me empieza a tirar por la sal acumulada. Voy en un autobús pero nadie se ha sentado a mi lado así que mi lloro pasa desapercibido. Sé llorar en silencio, con absoluta discreción. No emito ni un leve sonido que delate mi enorme tristeza. Al principio mis lágrimas aparecen justo por el extremo del ojo y se deslizan obedientes por el surco de la nariz pero cuando pensamientos aún más tristes y destructivos van subiendo hacia el cerebro o bajando hacia el corazón ( no sé exactamente el sentido de este recorrido), dejo de tener control sobre tanto líquido acumulado. Los ojos se cargan de agua salada que se desborda en todas direcciones. Parte me entra en la boca, parte en los oídos , parte incluso resbala por mi cuello y termina mojando mi pecho. Trato de manejar este río de tristeza pero soy incapaz. Soy fuerte para disimular ante los demás pero no ante mí misma.
Todo ha empezado nada más salir. Delante de mí se sienta un chico de unos 30 años. Abajo está su novia esperando a que el autobús se vaya. Su mirada delata su amor. No necesitan palabras. Hablan con gestos, ellos se entienden. Se envían besos. Me gusta mirarlos pero al poco no puedo evitar echar de menos esos besos para mí. No hay nadie despidiéndome. Nadie que espere mi pronto regreso.
Juan ya no me ha acompañará mas hasta la estación, anoche me he despedidio finalmente de él. Me dió un último beso en los labios y me abrazo fuerte antes de salir de su casa. Él ya no espera mi pronto regreso. Me quiere, lo sé. Con un amor no tan profundo. Yo también le quiero,por supuesto que lo quiero, no puedo quererlo mas de lo que lo quiero, aunque ya no me admire ni me extrañe ni me desee. Lo hicimos un tiempo pero aquello terminó. Y aunque no me admire ni me extrañe ni me desee he hecho el amor con él hace apenas unas horas. Sin remordimientos. Y no lo he hecho solo por recordar qué se siente al hacerlo con alguien que no te desea, no te admira ni te extraña, lo hice por que lo amo de verdad, por que lo extrañare, seguro que lo extrañaré. He sentido tristeza. He llorado, también en silencio, sin hacer ruido para que él no me vea. Porque intuyo que sufre más mi dolor que el suyo propio. Y porque sabe de dónde viene el mío.
Mi dolor se llama juan, mi dolor se llama el. Yo si que lo deseo, lo admiro y lo extraño. Lo extraño hasta cuando hacemos el amor. Lo escucho decir sílabas entrelazadas "s-i-te-quie-ro-te-ne-ce-si-to", pero no las escucho, no las creo. No consigo unirlas para darles un sentido. Me producen un dolor concreto. Como si me metieran un puño por el pecho, despacio, lentamente, hasta aplastarme el corazón. Dicen que soy de hielo, que todo resbala por mi cuerpo y mi cabeza con la calidad de lo impermeable pero yo no sé qué pensar. Creo que todo es cuestión de llorar con silencios, sin llamar la atención. Llorar cuando te quedas sola.
No ha sido difícil esperar a quedarme sola esta mañana de domingo. Todo ha sido muy rápido. Sin darme las buenas noches siquiera, se puso la ropa. No recuerdo ni una última caricia. Te tienes que ir,dijo. Son las cinco y media de la mañana de un domingo, una hora como cualquier otra para que quiera seguir durmiendo un pendejo de su edad una vez que ya ha logrado su objetivo, su misión, una vez que ya pasó su buen rato, que su necesidad desapareció. Y todo vulve a ser como antes, otra vez la frialdad se apodera de su cuerpo y de su mente, sus palabras otra vez empiezan a herirme, su actitud es otra vez la de siempre, la indiferencia poco a poco empieza a envolvernos,el silencio inunda una vez mas la habitación. No sé cuándo, ni siquiera, si volveré a verle. Eso es lo que más duele, más que el abandono. Incomunicación. No se lo pregunto. No me lo pregunta. Siempre espero a su llamado, a su propuesta, a su deseo, pero ya no tengo ganas de seguir esperando a que pida verme, de seguir pidiendo que me pidan. Me hace sufrir. Él me confiesa que no sufre, que no me extraña, que disfruta cuando está conmigo pero que cuando yo no estoy, yo no existo, yo no duelo. Soy increíble, me lo dice también él. Y sé que lo soy porque cuando me está diciendo que yo no existo cuando no estoy, cuando tomo conciencia de que lo que siento por él no se parece en nada a lo que él siente por mí, cuando noto que mi corazón se empieza a resquebrajar, incluso en ese momento, me alegra saber que él no sufre. No lo quiero triste ni siquiera por mí. Por eso soy increíble. Los ojos no se me han empañado como en las películas, con lágrimas contenidas. Sé como se guardan. No quiero que él me vea mientras subo al taxi, no quiero que note lo mal que estoy, como me duele el alma al partir así, al dejarlo ahi, mientras miro como de pronto va cerrando la puerta,mientras veo como va desapareciendo entre las sombras del pasillo. No quiero que se apiade, que me lastime con su lástima. Llego a casa, escondo la cara entre la almohada. Intuyo que las paredes de esta habitación son demasiado finas. Lloro a gritos, con la garganta, con el pecho, con los músculos y los huesos, con las ideas. Lloro hasta con las uñas. No recordaba que se pudiera llorar así. Lloro con un dolor incomprensible.El dolor no me deja pensar hasta pasada una hora. Después pienso en tomar una decisión, una decisión que me permita librarme, liberarme, dejar de sufrir. Podría esperar un tiempo si supiera que todo esto tiene un fin pero sé que éste es de esos que llaman "dolor infinito". Pienso en despedirme de él. Como los cobardes. Con un simple mensaje de texto que él estoy casi segura que intuye y espera a que algún dia pase. ¿Y si le digo que desaparezco por una tiempo?, que lo llamo en cuanto me encuentre bien pero apenas lo envíe, borro su número de teléfono obvio. Y todos sus mensajes y sus llamadas. El teléfono estaría desintoxicado y eso ayuda a que yo también lo haga. No me fío de mi misma, sería capaz de pedirle, de suplicarle su amor.
"Échame en los ojos un puñado de arena, mátame de pena, pero quiéreme"
No se puede pedir eso. No sirve de nada.
El conductor de anoche de manera misteriosa, parecía intuir mi dolor. Conecta la radio. Miro con desgana el estéreo. En ese momento mi mente no conseguía concentrarse en nada. Una sonrisa se dibuja en mi cara. No puedo creerlo, no puedo imaginar una canción justo como esta en este momento. "es hora de decir adiós...". Me seco las lágrimas, me pongo el casco. El viaje, a pesar de todo, continúa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario