jueves, 1 de julio de 2010

Mensaje en la botella (I)

Es una mañana bastante fría, como suelen ser las mañanas de invierno, sinembargo me he levantado con la necesidad de ir a caminar por la playa, a recorrer la orilla del mar. Sí, hacía mucho frío, pero necesitaba ir, tenía algo pendiente por hacer y nada me importaba. El viento soplaba levemente, era un viento helado, pero el dolor de mi corazón hacía que no sintiera nada. Me sente en unas rocas que había junto a la orilla. Llevaba conmigo una mochila, de allí saque un cuaderno, un bolígrafo y comenzé a escribir.

14 de junio de 2010
Querido Juan:
Te añoro, amor mío, como siempre, pero hoy es mas difícil porque el mar ha estado cantando, y la canción que canta es la de nuestro tiempo juntos. Casi puedo sentirte a mi lado mientras escribo esta carta, y huelo ese perfume de flores silvestres que siempre me recuerdan a ti. Pero ahora esas cosas no me producen ningún placer. Tus visitas son cada vez menos frecuentes, y a veces siento como si la mejor parte de mi se estuviera escabullendo lentamente.
Pero de todos modos lo intento. Por la noche, cuando estoy sola, te llamo, y cuando más inmenso parece mi dolor, tú todavía encuentras la forma de volver hasta mí. Anoche en mis sueños, te vi caminando por la orilla del mar, mojando tus pies en las olas. El viento agitaba tu cabello, y la luz del sol poniente se reflejaba en tus ojos. Eres hermoso, pienso al verte, una visión que ya nunca encontraré en nadie mas. Lentamente echo andar hacia ti, y cuando por fin te vuelves hacia mi, me miras y me abrazas como si fuese la última vez, quizás lo fue. Ese es el momento que mas anhelo, es lo que me mantiene viva, me entrego a ese instante, y vuelvo a encontrar la paz, la calma.
Levanto la mano y te acaricio la mejilla, y tú ladeas la cabeza y cierras los ojos. Mis manos son asperas, lo sabes, siempre lo fueron, o quizás las tuyas eran demasiado suaves. Me pregunto si te apartaras y no lo haces, nunca lo has hecho, y en momentos como ese, se cual es el sentido de mi vida.
Estoy aquí para amarte, para abrazarte, para protegerte. Estoy aquí para aprender de ti y para recibir tu amor a cambio. Estoy aquí porque asi lo deseo, por que no hay otro sitio donde quiera estar.
Pero entonces, como siempre, empieza a formarse la niebla alrededor de nosotros, que seguimos abrazados. Es una niebla distante que surge del horizonte, y me doy cuenta de que a medida que se acerca empiezo a tener miedo. Se arrastra lentamente, envolviendo cuanto nos rodea, cercándonos como para impedirnos escapar. Lo cubre todo, como una nube espesa, hasta que no queda nada, salvo yo.. sola, otra vez.
Note en ese instante que se me cerraba la garganta y que mis ojos se llenaban de lágrimas porque te marchabas, como siempre, otra vez el dolor de tenerte y en un instante verte desaparecer. La mirada que me dirigiste mientras la niebla nos envolvía me sobrecoge. Siento tu tristeza y mi propia soledad, y el dolor de mi corazón, que se había quedado callado durante un rato, aumentó cuando desapareciste, cuando me soltaste. Levame vontigo, quiero ir contigo, pero tu única respuesta es sacudir la cabeza por que ambos sabemos que eso es imposible.
Te miré con el corazón desgarrado mientras te esfumabas lentamente. Me esfuerzo por recordar cada instante de ese momento, por recordarte. Pero de pronto, siempre demasiado pronto, tu imágen que vuelve a desaparecer, la niebla que retrocede una y mil veces hacia la lejanía, y yo sola en las rocas, sentada contemplando el mar, sin importarme lo que esten pensando los demás al verme llorar así.. te espero, nunca me cansaré de hacerlo.

Te amaré hasta el final.


Aimeli



Así es como entonces, enrolle la carta, atándola con un cordel. La metí dentro de una botella que asegure con un corcho añejo, añejo como la misma botella, y por fín hice lo que habia ido hacer aquella mañana, la arroje al mar. La arroje con la vaga esperanza de que Juan pudiese algún día recibirla y saber del dolor que yo sentía por haberlo perdido, aunque ya fuera en vano.